lunes, 13 de diciembre de 2010

PRODUCTOS CON FECHA DE VENCIMIENTO.


SEMILLAS DE FE
PARA PERSONAS DEL SIGLO XXI
Semilla 00

© Pastor Iván Tapia

Cuando usted hace sus compras de alimentos -ya es costumbre- busca siempre aquella etiqueta o timbre que dice “fecha de vencimiento”. Esto es muy importante, ya que un producto alimenticio, sea que venga envasado en plástico, en lata o en frasco de vidrio al vacío, puede, después de cierto tiempo, sufrir descomposición. Si alguien llega a comer de un producto fuera de plazo, puede enfermar gravemente y hasta morir. Los dueños de casa responsables nunca dejarán de comprobar, leyendo la “fecha de vencimiento”, la vigencia y salubridad del producto.

Los seres humanos, aunque nos parezca increíble, también tenemos una fecha de vencimiento. No la llevamos escrita en algún lugar visible de nuestro cuerpo, así es que por favor no trate de encontrarla allí en su piel, pero quizás esté escrita en nuestro código genético. Nadie puede conocer esa fecha, quizás acercarse a ella en base a los antecedentes familiares, pero bien puede ser que se produzca tal fecha, el deceso, en un accidente callejero o por un repentino ataque cardíaco.

Ciertamente todos tenemos que morir. Es la realidad de todo ser vivo, en particular de todo ser humano. Y qué bueno es desconocer nuestra fecha de vencimiento! Esta falta de control sobre la vida a algunas personas les desespera; por eso acuden a adivinos y parasicólogos, pero en verdad es un conocimiento vedado para los humanos. Sólo hay Uno que conoce a ciencia cierta ese misterio. Si conociéramos la fecha algunos se prepararían en detalle, obsesivamente; otros se dedicarían a gozar todos los placeres posibles y caerían en más excesos que desconociéndola; otros se deprimirían; en fin habría tantas reacciones como tipos de personas hay.

Dios ha sido muy sabio al negarnos este secreto, pues desconocer tal fecha nos impulsa a cuidarnos mejor, tanto física como espiritualmente. El hecho de no saberla nos deja en una posición de ignorantes y dependientes de Alguien que es y será siempre Superior a nosotros; una buena forma de producir humildad en el ser humano. Además nos obliga a buscarle y reconocerle como nuestro Padre y Señor.

Si el médico le ha dicho que le queda cierto tiempo de vida, ese es un plazo estimativo. El Creador podrá acortar o prolongar ese tiempo a Su gusto. Usted sólo prepárese. Su fecha de vencimiento ya ha sido fijada.

viernes, 17 de septiembre de 2010

¿QUIÉN O QUÉ CREÓ EL UNIVERSO?


El científico británico Stephen Hawking afirma en su nuevo libro, The Grand Design (El Magnífico Diseño), que el Big Bang fue una consecuencia inevitable de las leyes de la física, que Dios no creó el Universo y que las teorías científicas más actuales convierten en redundante la figura de un creador. El libro, del que el periódico británico The Times adelanta hoy algunos extractos, señala: "Dado que existe una ley como la de la gravedad, el Universo pudo crearse a sí mismo -y de hecho lo hizo- de la nada. La creación espontánea es la razón de que exista algo, de que exista el Universo, de que nosotros existamos". Por tanto, añade, "no es necesario invocar a Dios" para que haya cosmos.

No soy físico teórico, carezco de una formación científica profunda, aún cuando tengo estudios universitarios humanistas, y no podría discutir este tema en los mismos términos con el admirable Mr. Hawking, mas indudablemente mi fe no puede aceptar su última teoría.

Mi Biblia dice en su primera página “En el principio creó Dios los cielos y la tierra.” Para todo cristiano, sea católico o protestante, la Biblia es la revelación escrita de Dios para la Humanidad. Éste se presenta como el Creador y la llamada naturaleza es para nosotros “la creación”. Todo cuanto existe en el planeta Tierra y en todo el Universo ha sido creado por el Ser Superior, que es Dios. Compartimos dicha creencia con judíos y musulmanes.

La Thorá hebrea señala “En el principio Elohim, Elohim creó los cielos y la tierra." Elohim es una palabra que tiene dos raíces gramaticales: "El" que significa fortaleza y poder ilimitado, y "Allah" que significa guardar o mantener una promesa. Elohim es también un nombre plural. En los umbrales de la Biblia, vemos una indicación de la naturaleza de Dios, como la vemos en la Santa Trinidad: Dios el Padre, Dios el Hijo y Dios el Espíritu Santo. Estos tres estuvieron presentes en la creación.

Para el Islam, uno de los 99 nombres sagrados de Alá (Dios) es Al-Jāliq, es decir “El Creador”. Dios en el Corán se nombra a sí mismo como Allah, nombre derivado de la raíz semítica El. Aunque el término es conocido en Occidente como referencia al Dios musulmán, para los hablantes en árabe (de cualquier religión, incluidos cristianos y judíos) se emplea como referencia a "Dios".

Como el mismo gran científico inglés ha escrito en el título de su libro, todo nuestro Universo, desde la más pequeña flor silvestre hasta la magnífica galaxia de la Vía Láctea, de la que formamos parte, obedece a un “magnífico diseño”. Es ley universal y física que todo efecto tenga su causa y en esa misma lógica podemos colegir que no puede haber diseño sin Diseñador. Todo el mundo sabe que las cosas no se hacen solas y, aún si consintiéramos que se hicieron por efecto de ciertas leyes, sin intervención de Creador alguno, terminaríamos preguntando: ¿Y quién creó esas leyes?

Nos habla de una “creación espontánea” y nosotros sabemos que en el mundo material en que vivimos aquello que es espontáneo siempre tiene una explicación. Por ejemplo la explosión espontánea de un cilindro de gas se produce por efecto de una alta temperatura. El diccionario define de tres modos la palabra “espontáneo”: Voluntario o de propio impulso; que se produce sin cultivo o sin cuidados del hombre; que se produce aparentemente sin causa. ¿Puede la materia inanimada –que no tiene pensamiento ni voluntad- crear un orden nuevo para ella misma? Todavía más allá: ¿podrá la nada crear materia? Si esto último fuere posible, aquella nada no sería nada, sino Nada, una nada pensante, con voluntad y espíritu creador. Para mí, esa nada sería Dios.

Al considerar la dirección que toman estas investigaciones y razonamientos, nos da la impresión que en el campo de las creencias se arribará a una especie de neo-panteísmo, basado en la visión de un cosmos pensante y dinámico, que se crea a sí mismo. Obviamente, en el plano de la religión, tal cosa no sería una evolución del pensamiento sino más bien volver a aquellas edades en que se adoraba la tierra, las estrellas y las criaturas, como dioses paganos.

Una vez más el ser humano quiere prescindir del Dios Creador, el mismo Dios que se ha revelado en la Sagrada Escritura; el mismo Dios que nos ha dado las normas éticas y morales del Decálogo; el mismo Dios que se ha dado a Sí mismo por amor a nosotros, en la cruz del monte Calvario; el mismo Dios que desea establecer Su gobierno o reino en los corazones de los seres humanos. No, respetado Mr. Hawking, la Humanidad actual no necesita una creencia así en estos días, sino al Dios que usted esquiva, una Persona llena de amor y compasión que trasunta el Universo, cuya huella podemos percibir a cada paso cuando observamos la vida a nuestra alrededor y cada noche, al mirar el cielo estrellado. Como dijo el salmista "Los cielos cuentan la gloria de Dios, Y el firmamento anuncia la obra de sus manos." (Salmo 19:1)

viernes, 23 de julio de 2010

EL DISCÍPULO ARMANDO.

Conocí a Armando González Loncón en casa de quien era en ese entonces, mi guía espiritual, su hermano Guillermo. Ambos éramos sus discípulos recién convertidos a Jesucristo. Escuchábamos las enseñanzas con respeto y toda la fe de que aquellas inspiradas palabras las revelaba el Espíritu Santo. Armando y yo teníamos la misma edad. Eran los años 70. Mi condiscípulo era un hombre reflexivo, soñador, casi un poeta, nacido y criado, junto a los demás hermanos de Guillermo, en la ciudad de Calbuco. Estaba casado con una jovencita de Chiloé, la hermana Delfia. Nosotros en ese tiempo no nos tratábamos de “hermano” sino que por nuestro nombre de pila, como buenos amigos, porque se nos enseñaba a tener un trato tan íntimo como en la familia. Armando quedaba de pronto extasiado, mirando más allá del horizonte, y compartía en voz alta lo que sentía en su corazón por el Señor. Aquellas tardes y noches compartidas en la casa de nuestro discipulador, ubicada en el Cerro Toro, Camino de Cintura, serán para todos los que tuvimos la suerte de vivirlas, una experiencia inolvidable.

Tiempo después fuimos vecinos en Mesilla, en la calle Vargas, un barrio muy humilde, formado por viejas pequeñas casas, con patios interiores comunes. Nuestras hijas eran pequeñas y jugaban juntas. Recuerdo a mi Marina muy entretenida con la bella Danai, de Armando. Él trabajaba como carnicero en un comercio del barrio, yo como profesor de ciegos en una escuela en Chorrillos. Ambos estábamos construyendo nuestras vidas familiares, aprendiendo a vivir cristianamente, luchando con nuestras propias debilidades. Cada domingo nos encontrábamos en el salón de un colegio del Cerro Playa-Ancha, que nos facilitaban para nuestros cultos cristianos. A esas celebraciones nombrábamos como la “comunión”. ¡Vamos a la comunión! decíamos y éramos ingenuamente felices adorando al Señor, orando en forma libre y escuchando la Palabra de Dios en la prédica que nos daban los líderes.

Armando siempre fue una persona amable, sonriente, tranquila, respetuosa en el trato, sencillo, sin ínfulas de nada, con una mirada limpia.

Años después, cuando comencé a ejercer el pastorado, tuve algunas reuniones en su hogar y él y su esposa fueron muy cordiales y hospitalarios. Su casa siempre estuvo abierta a los hermanos y a cualquier persona que requiriese una ayuda. Siempre me llamó la atención el cuidado que nuestra hermana Delfia brindaba a la manutención del hogar, siempre muy limpio, ordenado y brillante.

En un período de crisis personal que viví y mi hermano Guillermo con su esposa María me acogieron en su hogar, fui vecino de Armando. Él participaba ahora en una Iglesia muy dinámica de Valparaíso. Allí alcanzó un nivel de liderazgo interesante y en su hogar funcionaba una célula. Desde nuestra casa se oían los cantos y las oraciones. Es evidente que Armando había crecido en el liderazgo.

Cuando mis hijos partieron a Europa, y me correspondía administrar un departamento de ellos en la población de la Marina Mercante, visité dos o tres veces a Armando en su carnicería. Ahora, después de más de 20 años, él ya era propietario de un negocio. Incluso su mujer administraba otro negocio. Es notable la capacidad administrativa que el buen Armando desarrolló, indudablemente supo gobernar su hogar, amar a su mujer, criar a sus hijas, educarlas e infundirles fe.

Una vez lo encontré en la calle, apoyado en un mirador a la bahía de Valparaíso. Me dijo bellas palabras acerca de la ciudad que veía desde lo alto. En su alma estaba indudablemente, el anhelo de que todos conocieran el Evangelio. Intercambiamos algunas palabras e informaciones y nos despedimos con un abrazo.

Mi último encuentro con el discípulo Armando fue en su linda casa de Curauma. Lo visité con mi amigo y hermano Guillermo, debido a su grave enfermedad –mal de Ela- que le invalidaba rápidamente e impedía respirar con facilidad. Junto a su hogar construyó su propio negocio y noté que mi querido amigo Armando había alcanzado la prosperidad material. Pudo bendecir a su esposa e hijas, seguramente al resto de su familia, pues era un hombre lleno de amor.

Hoy, cuando él descansa en los brazos del Señor, escuché y pude ver en su sepelio – bajo la intensa lluvia invernal y el viento de Playa Ancha – el testimonio de jóvenes, adultos y ancianos que le amaron, admiraron y agradecieron por la vida de este hermoso hombre que, a imitación de su Maestro, “anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo”[1]

Sin ánimo de contender con el Señor, pues Él es soberano para tomar de esta tierra a quien quiera y cuando quiera; no puedo dejar de preguntarme ¿por qué, Señor? ¿Por qué quitas de este mundo a un hombre bueno y aún joven? ¿Acaso no te habría sido útil para la obra en ese nuevo barrio, donde hay mucha gente necesitada de Tu Palabra? Tal vez nuestro hermano estaba ya cansado de tanto luchar por su familia; quizás ya había hecho la obra que el Señor le tenía asignada. O pudiera ser que Dios quiso defenderlo de futuras calamidades. Nadie puede saberlo. Pero sí aseguramos que el tiempo que el Padre le dio para cumplir su misión en esta vida, lo aprovechó al máximo y dejó una rica siembra en los corazones de sus hijas, nietas, familiares, amigos y hermanos en la fe.

Doy gracias a Dios por haber conocido y compartido mis primeros pasos en el discipulado cristiano con el hermano Armando. Pienso que en él se cumplió aquel poema bíblico que canta:

“1 Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos,
Ni estuvo en camino de pecadores,
Ni en silla de escarnecedores se ha sentado;
2 Sino que en la ley de Jehová está su delicia,
Y en su ley medita de día y de noche.
3 Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas,
Que da su fruto en su tiempo,
Y su hoja no cae;
Y todo lo que hace, prosperará.

6 Porque Jehová conoce el camino de los justos;
…”[2]



Valparaíso, viernes, 23 de julio de 2010.

[1] Hechos 10:38
[2] Salmo 1:1-3,6a